viernes, 7 de septiembre de 2012

Pietat



Al morir Julio César
casi hubo una guerra civil
mas sólo quedó en revuelta.
El pueblo levantó un templo
a la piedad del César.
Ironía, intrigas, transformación.
Sus asesinos leyeron en público su testamento
y el pueblo no les creyó.
Ante el asombro de los tribunos de la plebe
dejó a los tres asesinos su abintestato.
No daré sus nombres en un poema
ni contaré su individualidad.

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